Hace unos meses participé en este concurso organizado por la Fundación Fernando Buesa con estas dos tiras. Es mi primera «incursión oficial» en este tipo de eventos. Aunque no gané ni mucho menos, sí que me sirvió para aprender de la experiencia.
Comparando mis viñetas con las que ganaron hay algo que salta a la vista y que creo que tendré que corregir para futuros concursos: me apoyé demasiado en el texto. Aunque no era consciente de ello, tampoco me quedó más remedio, porque mi intención principal al hacer estas tiras (aparte de ganar) era llamar la atención sobre la aplicación de los Derechos Humanos.
Me da la sensación de que cuando se nombran los Derechos Humanos se piensa en países remotos bajo la tiranía de la dictadura de turno. En grandes tragedias humanas que ocurren al otro lado del globo. Tan alejadas de nuestra casa que no nos afectan en nada más que los 5 minutos sobrecogedores en los que se habla de ello en el telediario. Luego se olvida y a otra cosa.
¿Pero tienen que suceder verdaderas atrocidades para echar mano de los Derechos Humanos? ¿Se podrían aplicar antes del desastre total como medida preventiva? ¿Se pueden aplicar a nuestra vida diaria? Estas son las preguntas que saltan a mi mente cuando veo que estoy viviendo en un país con 5.000.000 millones de parados, un país con los sueldos más bajos de la Unión Europea y los horarios más largos, radicales y abusivos, un país con millones de viviendas vacías pero en el que para comprar alguna tienes que vender tu alma al banco, un país en el que ahora hay que trabajar hasta los 67 años, un país mangoneado sin escrúpulos ni vergüenza por sus políticos, un país dirigido por los grandes bancos, los grandes nombres (grandes de España) y las grandes fortunas.
Con estas dos tiras quería hacer un par de chistes, pero la verdad es que el tema tiene poca gracia.